Desde el inicio de la guerra en contra del crimen organizado iniciada por el Presidente Calderón, el grito de guerra de los disidentes con oscuros intereses ha sido descalificar por default cualquier acción de las fuerzas federales y adjudicarle cada muerte sucedida en el país tenga o no algo que ver con dicha iniciativa presidencial.
Tras esto han surgido ridículos movimientos como el de Javier Sicilia, aquel confundido escritor que pasó de padre en duelo exigiendo legítima justicia a defensor autorizado de los intereses criminales.
Este es el México que clama por violencia para poner en tela de juicio la legitimidad oficial, todos los insurrectos serán ovacionados lo mismo los enmachetados de San Salvador Atenco que los estudiantes de Ayotzinapa tan chidos que entre sus habilidades está la fabricación de Bombas Molotov, quema de gasolinerías y homicidas.
Y si de hacer desmother se trata no hay distingos; paradójicamente estúpido las acciones de la delincuencia entre más violentas y mediáticas mejor recibidas, no se tiene interés por erradicarlos, ni siquiera cuestionarlos todo en aras de construir una inestabilidad que encumbre a Peje, Peña Nieto o cualquier ente político dispuesto a conceder impunidad a la delincuencia en cualquiera de sus variantes. Desde los aprendices roba estéreos hasta los temibles cárteles serán exonerados de violencia y responsabilidad siempre y cuando puedan incriminar al presidente, todos, excepto el Chapo a quien le han adjudicado convenientemente una profunda amistad con el Presidente Calderón, sin duda una más de las calumnias de los detractores de la paz.
México se está volviendo cobarde?
Los siempre comprometidos comunicadores, inquebrantables cuando de balconear a un barrendero se trata, cumplen a cabalidad su función social: Escrupulosamente muchos de los más importantes diarios actualizan de inmediato su contabilidad sobre las muertes vinculadas con las acciones en contra del narco e incluso aquellas que son producto de su accionar.
Reforma, Milenio y La Jornada coinciden en cerrar cifras en torno a las 12,000 muertes anuales, pero no presentan un desglose real del porcentaje de delincuentes que perdieron la vida, menos aún se menciona con la misma mordacidad que los feminicidios en el Estado de México siguen a la alza y que cuatro de cada cinco homicidios violentos suceden en Estados gobernados por el PRI.
Este juego de culpar al héroe por habernos libertado parece estar delineando un macabro final para la población en general, quienes lamentablemente jamás reunieron el coraje suficiente para llamar por su nombre a los errores ni señalar a los responsables, en un contubernio de facto con el real enemigo.
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