Nunca como ahora el país había experimentado una convulsión social tan radical, estados (en su mayoría priístas) habitados, administrados y ajusticiados por cuenta de las élites delincuenciales, análogo a trailer postapocalíptico tercermundista.
Entidades como Tamaulipas, Veracruz, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Michoacán son protagonistas involuntarios de este largometraje gore, razones sobran para ultimar la estancia del partido responsable en su vehemente contribución al caótico entorno, pero nos movemos en un inconsciente colectivo cobarde y bobo.
Por años, meses y días los medios nos recetaron una interminable lista de cualidades en sendos infomerciales promoviendo el producto milagro de fabricación nacional, específicamente de la cuna de la demagogia rampante: Atlacomulco de Fabela, Estado de México.
Enrique Peña Nieto: un político de medio pelo e inculto de high school , cuya mayor cualidad fue ser elegido por un referente de la impunidad nacional; Arturo Montiel Rojas. Sobre Peña Nieto versan muchas sospechas y confirmados tan expuestos que resulta una pérdida de tiempo enumerar la insultante cifra de feminicidios durante su administración, ejecuciones, infidelidades personales, desconocimiento del parte médico sobre las causas del fallecimiento de Mónica Pretelini, el contubernio pro-defensa en el caso Montiel y un muy largo etcétera, pero son sospechas sin confirmar o absoluciones cínicas.
Pero la flagrancia de su mediocridad la viven los habitantes del Estado de México, que con un cobarde silencio respaldaron la lluvia de mentiras respecto a sus “compromisos cumplidos”; puentes sin terminar, hospitales sin medicamento, nuevas vías privatizadas y la reinstauración de la mafia priísta mexiquense que controlan en grandes negocios el tránsito vehicular, corralones, transporte público, giros negros y expendios de estupefacientes, entre miles más.
Su triste deambular por la redes sociales sólo confirmaron (para quienes lo ignoraban) que su inmensa ignorancia y clasismo conforman una situación apremiante para México, un México víctima de su naturaleza pusilánime, de los medios, su ambición y miseria.
Peña Nieto no es el estadista que Televisa construyó en las entrañas de la caja idiota, su popularidad ficticia es parte de una estrategia de medios que desquita cada peso de su millonaria inversión.
Pero el PRI es tan oscuramente grande como sus ambiciones y acuerdos y un solo hombre no podría construir tal cartel delincuencial. El célebre Humberto Moreira lo mismo contaba con ciber-aduladores que mapaches operando con un presupuesto limitado dilatado artificialmente con uso discrecional, que podrían ser más de 32,000,000,000 de pesos.
Mientras esto ocurría Fidel Herrera negociaba con grupos criminales, se enriquecía por partida doble y negaba complicidades, esto no es parte de un complot, como estultamente Coldwell declara para su propia tranquilidad, es producto de la investigación de una agencia tan seria como el FBI.
Repito en cualquier otra democracia hay motivos suficientes para sepultar metafóricamente hablando y encarcelar de manera literal a este grupo de truhanes por tiempo indefinido, pero quizás, o tal vez con toda certeza Paulina Peña, la inocente y snob hija de Enrique Peña nos haya regalado una verdad irrefutable y la prole sea una absoluta pendeja por permitir y encumbrar a esta horda de pillos hasta la ovación.
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